Ambiente y Localización
Los pueblos aymara se hallan dispersos a lo largo de diferentes pisos ecológicos de una inmensa zona que comprende los alrededores del lago Titicaca, en el altiplano boliviano, el Norte Grande chileno y el noroeste argentino. En Chile están ubicados en las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá y Antofagasta, en tres pisos ecológicos: en el altiplano y la puna, sobre los 3800 msnm, en la sierra y valles altos de la precordillera y en los valles bajos y ciudades del norte chileno, así como en centros mineros, en la costa y en las grandes urbes más distantes.
Economía
La economía aymara se basa en dos principios ancestrales: complementariedad y reciprocidad. El primero dice relación con el aprovechamiento y complementación de recursos de diferentes y distantes pisos ecológicos. En ella se enmarcan actividades económicas tradicionales como la agricultura y la horticultura en chacras, sobre terrazas de quebradas y oasis, y la ganadería extensiva de camélidos -llamas y alpacas- y corderos en la puna y altiplano. Actualmente se suman a la economía tradicional, dinámicas modernas, como el transporte y el comercio, desarrolladas por quienes han migrado a las ciudades, nortinas como Arica e Iquique. La reciprocidad se expresa a través de sistemas de trabajo solidario, tanto individual como colectivo, por ejemplo, la minka o la limpieza de canales.
El acceso al mercado urbano ha ido progresivamente desincentivando una parte de la producción agrícola, mientras que la otra pasó a venderse a menor precio en la ciudad por la parentela urbana. Es importante señalar que todas las actividades económicas tradicionales están ligadas a una dimensión simbólica y, por ende, a rituales de producción al interior de un modelo de cosmovisión donde la vida es un equilibrio armónico pero frágil.
Arte
Hasta la época de la conquista española, tanto hombres como mujeres se vestían con unas gruesas camisas de lana de camélidos, amarradas a la cintura con una faja también tejida de lana. Usaban además, unas pequeñas bolsas, conocidas como chuspas, donde transportaban hojas de coca y otros tipos de hierbas. Calzaban sandalias de cuero y el pelo, que usaban largo, era arreglado con trenzas que en algunos casos llegaban a formar artísticos peinados. Gorros de forma cónica y collares, fueron atuendos que posiblemente se llevaban en ocasiones especiales y los más vistosos usados quizás por los líderes o las personas más prestigiosas. La vestimenta tradicional actual es utilizada principalmente en las festividades de la comunidad. Esta se compone, en el caso de la mujer, del aksu, un paño negro tejido de lana que envuelve el cuerpo sujeto a los hombros con alfileres de plata o tupus y una faja decorada o wak?a que lo fija a la cintura, además de una manta de tejido fino y multicolor llamado llijlla que cubre sus hombros y espalda.
El arte textil aymara destaca por su excelencia técnica y fineza, en su mayoría destinado al vestuario y a piezas ceremoniales, como las chuspas y los manteles de uso ritual tari o inkuñas. Los tejidos, además de ser bienes de intercambio, son altamente valorados en la sociedad aymara, llegando a atesorarse por siglos en cada familia.
La música y el baile, por otra parte, son dos expresiones culturales muy importantes para los aymara, las que además de ser una diversión cumplen un rol fundamental en sus ritos y fiestas religiosas. Todos los hombres tocan algún instrumento, las mujeres bailan y cantan. En ella, cada cofradía representa un segmento de la sociedad, ofreciendo un baile preparado por todo un año. El alférez, por su parte, es el encargado de organizar la fiesta y de ofrecer los recursos de un año a la comunidad.
Otra artesanía en la que destacan los aymara es la platería de joyas y objetos de uso ritual, entre ellos vasos y bastones de mando, la que han desarrollado tradicionalmente fundiendo sus técnicas y motivos ancestrales con las que aportó la platería de la época colonial española.
Organización Social
El pueblo aymara se compone de diferentes etnias, distinguibles lingüística y socialmente. Su modelo de organización social se corresponde al de la organización del espacio y el territorio, si bien éste ha ido mutando al adoptar principios teológicos, ideológicos y organizativos occidentales. Este modelo organizativo rebasa las fronteras políticas actuales para reconocerse en torno a la marka o territorio donde se desenvuelva cada etnia. En torno a sus antiguos pueblos-capital (como son Isluga o Parinacota, en el altiplano chileno) se centran los intercambios rituales, de productos y/o trabajo y alianzas matrimoniales preferentemente con la gente del mismo sector.
A nivel socioeconómico existe una clara bipartición entre el sector agrícola y el pastoril. En las festividades del año litúrgico aymara, la organización social tradicional cobra relevancia y es protagonizada por los pueblos del altiplano y la sierra.
Las autoridades duran un tiempo limitado, uno, dos o tres años. Su cargo es sacrificado pero implica prestigio y estima. Solo acceden a ellos matrimonios, pues los solteros están impedidos de asumirlos. Los títulos son: dos parejas de kurakas, cuatro de mayordomos y cuatro de alféreces, además de él o los ?alcaldes de aguas?, en el sector agrícola.
Hay otras funciones que pueden ser encarnadas por solteros aunque solo varones: quien se encarga de fabricar los bienes de la iglesia y mantenerla, el cantor que dirige el culto católico en ausencia del sacerdote y el campanero de la torre mallku del templo. Por último, se debe mencionar a las organizaciones urbanas creadas para prestar solidaridad y ayuda a quien baja a la ciudad desde la cordillera, pero también colaboración a las comunidades de origen a través de trabajos de desarrollo.
Culto y Funebria
La religiosidad aymara es un sistema de base sincrética donde se funden una cosmovisión y ritualidad tradicional las llamadas costumbres, y las creencias católicas, la religión. Ambas conforman un todo integrado, denominado la liturgia. Este sincretismo se expresa especialmente en fiestas comunitarias como la de los santos patronos, la Semana Santa y la de Todos los Santos. Es un culto anual, coherente al paso del año, centrado y estructurado en torno a la Tierra. Poseen una visión mitologizada, humanizada y sacra del entorno geográfico, componente importante de su mundo simbólico y de una ideología que da sentido a su entorno, posicionándolos y responsabilizándolos en su interacción cotidiana con él. En un primer sustrato de creencias, el más antiguo, encontramos el culto a los espíritus de las grandes montañas, los Achachilas, Mallkus y/o Talla o Aviadores, que son masculinos o femeninos, y tienen enorme poder e injerencia en la vida humana pues son los administradores del clima; a la Pachamama, la Virgina o Madre Tierra, organismo generador de toda la vida (fauna, flora y seres humanos); y el Amaru o serpiente que representa los cursos de agua. Esta triada es tanto referencia del origen, abundancia y distribución del agua como donadora de vida, y es además patrón de ordenamiento del espacio económico y ecológico en el que el aymara se desenvuelve. De la misma forma, este trío de espíritus jerarquiza la estructura social y político-económica de la sociedad aymara: el centro social, político y religioso de las diferentes etnias, su pueblo-capital, está en las zonas altas de pastoreo, en la mitad superior oriente. Todo lo que compone la Pachamama está vivo, tiene nombre, razón y un destino.
Hay lugares que pueden ser protectores y otros, perjudiciales, todos merecen respeto y algunos adoración y sacrificios. Existen lugares fuertes como las cumbres o Piru partes y las fuentes de aguas. Los sitios arqueológicos son sectores de respeto ya que ahí se hallan los antepasados, llamados gentiles o abuelos. Por otro lado, la tripartición mitológica de la que hemos hablado es también eco-ideológica, se debe aspirar y permanecer en un Tinku, un equilibrio en permanente acomodo para seguir siendo tal. La cosmología aymara fue sufriendo cambios, primero a causa de la dominación inka y luego española. De esta forma, la triada autóctona Mallku-Pachamama-Amaru mutó a una cristianizada Arajpacha-Akapacha-Manqhapacha (cielo-Tierra-infierno) que expresa la subordinación aymara con respecto a la sociedad colonial y neo-colonial. Por otra parte, su visión del tiempo es cíclica, definida por las estaciones climáticas que a su vez determinan el ciclo laboral-festivo. Todo esta inserto en un macrociclo de tiempo y espacio conocido como Pacha, en constante renovación por medio de revoluciones llamadas Kuti. Es una concepción rítmica y orgánica del tiempo que adapta hechos históricos y mitológicos introduciendo una visión lineal e histórica de él: el origen de la era del sol, la conquista y colonialismo y la conciencia de un futuro Kuti.
Además de la práctica católica, la religión, se continúa celebrando el culto tradicional andino, las costumbres. Estas son: las de producción, las de pasaje (primer corte de pelo o ruytucho, matrimonio y fallecimiento) y las ligadas a la salud de hombres, plantas y animales.
Cada jefe de familia, dueño de chacra o ganado debe dirigir el culto periódico familiar, sea el pago a la Tierra, el floreo del ganado, la construcción, inauguración o sanación de una casa o corral, etc. Respecto a sus patrones funerarios, existen distintos tipos de sepulturas: en cistas de piedra; directamente en la tierra, dentro y fuera de las casas; en fosas cilíndricas; o en pequeños aleros rocosos.
Patrón de Asentamiento
El pueblo aymara está constituido por diferentes etnias, cada una con una marka, con su respectivo pueblo-capital a nivel social, político y religioso. La marka está compuesta por el ayllu, la comunidad humana; la sallqa, la periferia silvestre donde habita la flora y la fauna; y las huacas, compuestas por la pachamama, los espíritus de los cerros y los lugares fuertes, los astros y otros fenómenos humanizados. Todo esto se traslapa y converge alrededor de la casa, en la chacra familiar, en los bofedales y campos de pastoreo y más allá, en la sallqa. Los tres integran el Akapacha, situado en medio de una mitad superior, el Arajpacha, y una mitad inferior, el Manqhapacha. El primero está asociado a lo bueno, el segundo a su antónimo. Opuestos que se equilibran en un punto de interacción e intercambio ecuánime, fértil y tenso, el Tinku. Actualmente se identifica la mantención de la marka a nivel festivo, donde la fiesta realizada en el pueblo-capital, es una reunión transversal de una estructura social situada en pisos ecológicos diferentes que hoy dejaron de funcionar como unidad estructural. El conjunto habitacional marka se divide en dos mitades y cuatro sectores, dos sayas y cuatro ayllus mayores.
El territorio es percibido como una unidad con una doble bipartición simbólica y económica, la primera la de arriba/abajo (Arajsaya/Manqhasaya), la segunda, la diferenciación entre las zonas de pastores de la alta cordillera y la de agricultores precordilleranos. Las partes se complementan, ambas conforman el todo.
Existen diferentes tipos de vivienda. La utilizada en las festividades de la marka, en verano, ubicada en el sector del pueblo que corresponde al ayllu de procedencia. La casa habitacional ubicada en las chacras y campos donde se vive durante el año, la uta. Esta es de base rectangular, con techo de dos aguas y vigas de madera de keñua; está compuesta por módulos independientes para la cocina, los dormitorios y la despensa. La puerta está orientada hacia el oriente y no posee ventanas para protegerse del frío. Es de adobe con fundamentos de piedras. La casa también es considerada con vida y es adornada con dos aretes o flores de lana. Por último, en los campos, la paskana, vivienda de una sola pieza, de ocupación esporádica y materiales ligeros. Importantes asentamientos en épocas prehispanas fueron los pukaras o aldeas fortificadas. Estas se ubicaban en sectores altos, más que por estrategia defensiva, para dejar libres las terrazas para los cultivos, y desde la altura, poder tener un control de estas áreas productivas.
Historia
La historia del pueblo aymara se forma en torno al lago Titicaca, en la actual Bolivia, siguiendo una tradición que cobró fuerza con el auge de la cultura Tiwanaku (500 - 1000 d.C.).
Posterior a la caída de este Estado prehispánico, los pueblos collas como se les conocía en ese entonces siguieron desarrollándose de forma independiente organizados en Señoríos regionales, algunos de gran complejidad, los cuales a partir del año 1400 d.C. son incorporados al imperio Inka. Sin embargo, no será hasta la conquista española cuando la estructura social y económica de estos señoríos sufre un gran impacto, especialmente en el período de erradicación de idolatrías en 1534 y entre los años 1600 y 1650.
El cristianismo, no obstante, no logró hacer desaparecer la cosmovisión tradicional, ya que ésta se asimiló, amplió y se acomodó a los contextos nuevos impuestos, abarcando los niveles cósmico, religioso y político.
Entre 1700 y 1850, los aymara que habitan el actual territorio chileno permanecieron en relativo aislamiento, para más tarde, con la anexión de Tarapacá a Chile después de la Guerra del Pacífico, ser chilenizados económica y culturalmente, soportando un fuerte proceso de occidentalización. A partir de 1950, las ciudades y puertos, a nivel económico y cultural, son fundamentales para la sociedad aymara como núcleo de modernidad y transculturación, pero también de re-etnificación. El número actual de aymara es de 48.501 individuos, representando el 7,01% de la población indígena de Chile.
Lengua
La lengua aymara corresponde a la familia lingüística jaqi. Tipológicamente es polisintética y aglutinante, de tendencia sufijadora. Compleja y regular a la vez. Es decir, palabras complejas son equivalentes a oraciones del español, por ejemplo: Aruskipasipxañanakasakipunirakispawa = Ojalá haya siempre diálogo entre nosotros.
Actualmente es hablada por cerca de un millón y medio de individuos en Perú, Bolivia y Chile. En el altiplano, la población por sobre los 40 años es bilingüe, por debajo de esa edad, los mayoría de los aymara hablan solo español.
domingo, 18 de abril de 2010
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valiosa informacion
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