domingo, 18 de abril de 2010

Changos



Ambiente y Localización
Habitaron la costa del desierto de Atacama hasta Coquimbo y quizás más al sur. La costa del norte de Chile es una estrecha franja litoral flanqueada al este por la Cordillera de la Costa y el desierto más absoluto y al oeste por el Océano Pacífico bañado por la Corriente de Humboldt. Esta fría corriente marina genera una variada fauna y flora marina en la región y, en términos climáticos, no permite la formación de nubes altas productoras de lluvias. Sin embargo, toda la humedad que se crea progresivamente por las brisas marítimas, se estaciona a lo largo de la escarpada cordillera costera, creando un fenómeno climático característico en este litoral que se conoce como camanchaca: una neblina muy copiosa que posibilita la presencia de ecosistemas costeros muy ricos y de gran biodiversidad en algunos tramos de la costa desértica.


Economía
Fueron cazadores y pescadores marinos especializados de gran movilidad, la que fue favorecida por el uso de balsa de cuero de lobo marino, una embarcación resistente y ágil que permitía la pesca de alta mar. Esta embarcación se construía con el cuero de cuatro lobos machos previamente ablandados en agua dulce, que se cosían para formar grandes bolsas de hasta 3 m que luego se inflaban por el extremo mediante una pequeña caña o tubo de hueso. Las costuras eran selladas e impermeabilizadas con aceite y aceite y grasa del mismo animal y en ocasiones cubiertas con pigmento mineral ocre. Con dos de estas bolsas se armaba la balsa, amarrando los extremos con sogas y en la parte central se disponía un tablado de madera, atado a ambos, sobre el cual los navegantes podían sentarse a horcajadas o arrodillarse. Para desplazarse se usaban remos de madera de doble pala. Existen referencias históricas de principios de la Colonia que describen la presencia de estas balsas tan al sur como en el litoral central de Chile. Más tarde, viajeros del siglo XIX entregan detalladas descripciones de esta embarcación, y además la registran a través de grabados. Una balsa más pequeña era la de tres palos que también tiene antecedentes prehispánicos como la de cuero de lobos, sin embargo de su uso han quedado muy pocos testimonios en la costa del Norte de Chile y solo la conocemos por sus modelos en miniatura que aparecen como ofrendas funerarias entre los pescadores tardíos de la cultura Arica. El modelo se compone de tres maderos, el central más largo, amarrados entre sí y decorados con líneas rojas transversales; suelen estar acompañados de un remo de dos palas hecho también a escala. Esta embarcación habría sido usada para viajes de larga distancia, y más común entre los pescadores del extremo norte chileno y el sur del Perú, a diferencia de la balsa de cuero de lobos cuyo uso se concentró de Tocopilla al sur, donde a falta de madera, el lobo de mar proporcionaba una excelente material de reemplazo. Pescaron atunes, congrios, tollos, lisas, dorados, bagres, jureles y pulpos. Cazaban pinnípedos y cetáceos, incluso la ballena. Se dice que imitaban el ladrido del lobo marino, pudiendo así acercárseles y arponearlos fácilmente. La técnica utilizada para la caza de las grandes presas marinas era arponearlas y dejarse arrastrar por ellas mientras se desangraba, luego, una vez muerta, la subían a la embarcación. Era labor de un solo hombre, que hería la ballena bajo la aleta cercana al corazón. Desde la orilla, todos observaban dónde varaba una vez muerta para allí comerla, desde adentro y desde afuera. La división del trabajo fue especializada: cada grupo de pescadores se avocaba al pez que más les aficionaba.
Hubo grupos que cazaban exclusivamente lobo de mar para confeccionar balsas que luego podían ser usadas por ellos mismos o intercambiadas trocadas con otros pescadores. Existía también trueque con la población de los valles y oasis del interior del desierto de Atacama. Los principales productos de intercambio que ofrecían eran los recursos del mar, mariscos y pescados secos y salados (charquecillo), cueros y pieles de animales marinos, conchas y guano como fertilizante agrícola, todos bienes muy cotizados en las tierras interiores. A cambio, los changos obtenían lana y otros alimentos, especialmente productos agrícolas, vitales para complementar su dieta como frutas, maíz, coca, etc. Es posible también que hayan desarrollado cultivos de pequeña escala en áreas de desembocadura de ríos y quebradas o en las proximidades de aguadas y vertientes de litoral costero.

Arte
Los testimonios de cronistas coloniales y viajeros de la época republicana sobre este aspecto de los changos históricos son escasos, existiendo someras descripciones sobre su modo de vida, las embarcaciones y las viviendas o toldos transportables tipo ruca y algunos objetos materiales. Respecto a su vestimenta se sabe que usaron atuendos muy simples fabricados con pieles de lobo marino, guanacos o vicuña para abrigarse y se ?embijaban? los cabellos con la grasa de estos animales que hacía que sus cabezas brillaran con el sol, contrastando con la piel oscura de sus cuerpos. El utillaje doméstico, las herramientas y la vivienda que tenían fueron simples, precisos, y la vez muy especializados para la economía marítima y modo de vida nómade que practicaban. A través de su existencia como pueblo, adoptaron materias primas, tecnologías y objetos foráneos que no disponían en la costa desértica y los reacondicionaron adaptándolos a sus necesidades más importantes, como la alfarería, la metalurgia y los textiles, entre otros. La arqueología de los cementerios y sitios habitacionales de la población costera de finales del período prehispánico y de contacto europeo, permiten conocer un poco más acerca de sus artesanías. Respecto de su vestimenta, se han registrado gorros tejidos con lana de camélido, diademas de plumas de pelícano, cobertores de piel de lobo de mar, mantas de lana y pellejo de aves marinas y entre las poblaciones más antiguas, era común el uso de taparrabos de cuero o de cordones de fibra vegetal y lana de camélido. Los atuendos de algodón o lana suelen encontrarse muy reparadas o reutilizadas en otras funciones, sugiriendo que fueron bienes escasos y altamente valorados, la mayoría de ellos probablemente obtenidos por intercambio de los grupos agricultores y pastores del interior. Complementaban su vestimenta brazaletes y collares de cuentas de concha, piedras, huesos e incluso de dientes de lobo marino. En concha también hicieron cuchillos y cucharas. Sus vasijas de cerámica eran de uso doméstico, de un solo color, pero de varias formas, la que conseguían también a través de trueque con otras poblaciones. Con cobre fabricaron anzuelos y algunos ornamentos como aros, brazaletes y alfileres. La madera era un material muy escaso en la costa, siendo la mayoría de los objetos como cajitas, tabletas o placas porta-plumas que se encuentran entre los enseres de los pescadores son de proveniencia foránea. Pero sin duda, la manifestación artística más notable de los antiguos pueblos costeros es el arte rupestre. Emblemático es el sitio El Médano, ubicado en una quebrada al norte de Taltal. En 10 km de la quebrada se encuentran rocas y farellones pintados en rojo con escenas de estilo naturalista relacionadas a la vida pescadora de hace unos 1000 años. Los dibujos representan seres humanos cazando y arponeando desde sus balsas de cuero de lobo peces, tortugas, lobos marinos y grandes cetáceos, como ballenas.


Organización Social
Se ha planteado que estas poblaciones costeras se organizaban en bandas patrilocales, basadas en la familia nuclear o extensa, de carácter independiente y económicamente autosuficientes. Algunos autores sugieren que eran exogámicos, buscando sus mujeres en otros grupos, pueblos o etnias. Esto permitiría, por ejemplo, mantener la red de relaciones con el interior y por ende el intercambio. Leves diferencias en las ofrendas de algunos cementerios prehispánicos hablarían de algún grado de diferenciación social. Este modelo de organización social simple lo habrían conservado prácticamente invariable desde muy antiguo, pese a los contactos con otros grupos a través de su historia. Los cambios más profundos los habrían provocado los inka y los españoles, quienes restringieron la movilidad de estos pueblos mediante la delimitación de sus territorios por intereses económicos. El Inka, por ejemplo, ejerció un particular control sobre las guaneras y las zonas de explotación de los recursos marinos de los distintos grupos habrían sido demarcadas.
Culto y Funebria
Las informaciones sobre las creencias religiosas de los changos históricos son bastante escasas. Se supone que sus actividades ceremoniales y rituales se vincularon directamente con el mundo del mar, cuya tradición podría remontarse hasta las arcaicas poblaciones de la cultura Chinchorro y del complejo Huentelauquén. Entre ellas el culto a los muertos ocupa un lugar privilegiado. En tiempos prehispánicos, sepultaban a sus muertos acompañados de herramientas de trabajo y otros objetos valiosos, desde arpones, arcos y flechas hasta embarcaciones en miniatura, lo cual demuestra la creencia de que seguirían con sus faenas marinas en otra vida. Las sepulturas son muy variadas, con diferencias por zona, pueblo o tal vez etnia a la que pertenecían. Los más comunes son cementerios en la arena de playa con fosas de poca hondura, con entierros separados por sexo y sepultados en posición horizontal extendida, algunas veces cubriendo ciertas partes del cuerpo con pintura roja. Otros fueron enterrados bajo las viviendas y otros en túmulos hechos con un emplantillado de piedra sobre el cual se depositaba al difunto y sus ofendas, tapado por una acumulación de piedras formando un montículo.

Patrón de Asentamiento
Como pescadores semi nómades, podían pasar días en las balsas, desplazándose longitudinal y latitudinalmente en función de la estacionalidad de sus recursos, ocupando gran parte del territorio costero. Se piensa que enfrentaban esta movilidad con dos estrategias complementarias. Una formada por grupos de varones o familias nucleares, que recorren un sector costero de forma trashumante, estableciendo campamentos esporádicos en áreas de pesca o caletas a lo largo del litoral. Ellos dependían de la segunda estrategia: grupos de familias se agrupaban en comunidades y se asentaban de forma más estable en lugares privilegiados en recursos, principalmente en las desembocaduras de ríos y quebradas o en las cercanías de aguadas y vertientes. Constituían así campamentos de base semipermanente ocupados por temporadas más largas o una pequeña aldea, como ocurrió por ejemplo en Paposo, Cobija y Mejillones. Estas caletas jamás estaban totalmente deshabitadas. En ambos casos era común reocupar las bases de antiguas viviendas. Estas eran hechas clavando estacas de madera de cactus o de costilla de ballena en el suelo, luego construían el techo colgando pieles de lobo y algas marinas.


Historia
El término chango aparece documentado por primera vez a mediados del siglo XVII para denominar a toda la población que ocupaba el litoral costero entre Copiapó y Coquimbo. Con el paso del tiempo, el apelativo se amplió también a los pueblos pescadores que habitaban más al norte hasta el sur del Perú, conocidos hasta entonces como camanchacas, pro-anches o uros, todas denominaciones que parecían hacer referencia a un grupo étnico en particular de pueblos pescadores. Sin embargo, hablar de una etnia chango representa un problema, pues este nombre responde más bien a una forma de vida especializada en los diversos aspectos de la vida marítima, cuyas raíces se remontan a una tradición cultural de al menos 8000 años. Los predecesores de los changos fueron poblaciones independientes, que convivieron con pueblos del interior del desierto que en distintos momentos del período prehispánico fueron colonizando el litoral Pacífico.. Parte de estas sociedades costeras pudieron ser continuadoras de la antigua tradición de los pescadores Chinchorro. Otros, posteriormente, podrían haber adoptado algunos elementos culturales identitarios de los pueblos agroganaderos del Norte Grande a través de relaciones de intercambio, mientras que en épocas más tardías posiblemente estuvieron sometidos a la presencia y dominio Inka. Hoy no existen descendientes reconocidos de los grupos changos, dado el profundo mestizaje que ha ocurrido en los últimos siglos. No obstante, su modo de vida sigue siendo practicado por pescadores, algueros y orilleros desde Chañaral a Cobija, quienes mantienen mucho de la tecnología, economía y patrón de asentamiento de estas antiguas poblaciones del desierto costero.


Lengua
Las fuentes etnohistóricas referentes a la lengua son muy escasas, por lo que no se conoce mucho acerca de ella. Algunos autores mencionan que era una mezcla de lenguas kunza y aymara, otros que hablarían mapudungun y entenderían también el kunza. Esto apoyaría la tesis de la disparidad de grupos étnicos reunidos bajo el nombre de chango. También se sugiere la existencia de una legua franca entre las poblaciones costeras, diferente a las de los valles del interior del desierto, que facilitaría la interacción entre ellos.

Aymara

Ambiente y Localización
Los pueblos aymara se hallan dispersos a lo largo de diferentes pisos ecológicos de una inmensa zona que comprende los alrededores del lago Titicaca, en el altiplano boliviano, el Norte Grande chileno y el noroeste argentino. En Chile están ubicados en las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá y Antofagasta, en tres pisos ecológicos: en el altiplano y la puna, sobre los 3800 msnm, en la sierra y valles altos de la precordillera y en los valles bajos y ciudades del norte chileno, así como en centros mineros, en la costa y en las grandes urbes más distantes.


Economía
La economía aymara se basa en dos principios ancestrales: complementariedad y reciprocidad. El primero dice relación con el aprovechamiento y complementación de recursos de diferentes y distantes pisos ecológicos. En ella se enmarcan actividades económicas tradicionales como la agricultura y la horticultura en chacras, sobre terrazas de quebradas y oasis, y la ganadería extensiva de camélidos -llamas y alpacas- y corderos en la puna y altiplano. Actualmente se suman a la economía tradicional, dinámicas modernas, como el transporte y el comercio, desarrolladas por quienes han migrado a las ciudades, nortinas como Arica e Iquique. La reciprocidad se expresa a través de sistemas de trabajo solidario, tanto individual como colectivo, por ejemplo, la minka o la limpieza de canales.

El acceso al mercado urbano ha ido progresivamente desincentivando una parte de la producción agrícola, mientras que la otra pasó a venderse a menor precio en la ciudad por la parentela urbana. Es importante señalar que todas las actividades económicas tradicionales están ligadas a una dimensión simbólica y, por ende, a rituales de producción al interior de un modelo de cosmovisión donde la vida es un equilibrio armónico pero frágil.


Arte
Hasta la época de la conquista española, tanto hombres como mujeres se vestían con unas gruesas camisas de lana de camélidos, amarradas a la cintura con una faja también tejida de lana. Usaban además, unas pequeñas bolsas, conocidas como chuspas, donde transportaban hojas de coca y otros tipos de hierbas. Calzaban sandalias de cuero y el pelo, que usaban largo, era arreglado con trenzas que en algunos casos llegaban a formar artísticos peinados. Gorros de forma cónica y collares, fueron atuendos que posiblemente se llevaban en ocasiones especiales y los más vistosos usados quizás por los líderes o las personas más prestigiosas. La vestimenta tradicional actual es utilizada principalmente en las festividades de la comunidad. Esta se compone, en el caso de la mujer, del aksu, un paño negro tejido de lana que envuelve el cuerpo sujeto a los hombros con alfileres de plata o tupus y una faja decorada o wak?a que lo fija a la cintura, además de una manta de tejido fino y multicolor llamado llijlla que cubre sus hombros y espalda.

El arte textil aymara destaca por su excelencia técnica y fineza, en su mayoría destinado al vestuario y a piezas ceremoniales, como las chuspas y los manteles de uso ritual tari o inkuñas. Los tejidos, además de ser bienes de intercambio, son altamente valorados en la sociedad aymara, llegando a atesorarse por siglos en cada familia.

La música y el baile, por otra parte, son dos expresiones culturales muy importantes para los aymara, las que además de ser una diversión cumplen un rol fundamental en sus ritos y fiestas religiosas. Todos los hombres tocan algún instrumento, las mujeres bailan y cantan. En ella, cada cofradía representa un segmento de la sociedad, ofreciendo un baile preparado por todo un año. El alférez, por su parte, es el encargado de organizar la fiesta y de ofrecer los recursos de un año a la comunidad.

Otra artesanía en la que destacan los aymara es la platería de joyas y objetos de uso ritual, entre ellos vasos y bastones de mando, la que han desarrollado tradicionalmente fundiendo sus técnicas y motivos ancestrales con las que aportó la platería de la época colonial española.


Organización Social
El pueblo aymara se compone de diferentes etnias, distinguibles lingüística y socialmente. Su modelo de organización social se corresponde al de la organización del espacio y el territorio, si bien éste ha ido mutando al adoptar principios teológicos, ideológicos y organizativos occidentales. Este modelo organizativo rebasa las fronteras políticas actuales para reconocerse en torno a la marka o territorio donde se desenvuelva cada etnia. En torno a sus antiguos pueblos-capital (como son Isluga o Parinacota, en el altiplano chileno) se centran los intercambios rituales, de productos y/o trabajo y alianzas matrimoniales preferentemente con la gente del mismo sector.

A nivel socioeconómico existe una clara bipartición entre el sector agrícola y el pastoril. En las festividades del año litúrgico aymara, la organización social tradicional cobra relevancia y es protagonizada por los pueblos del altiplano y la sierra.

Las autoridades duran un tiempo limitado, uno, dos o tres años. Su cargo es sacrificado pero implica prestigio y estima. Solo acceden a ellos matrimonios, pues los solteros están impedidos de asumirlos. Los títulos son: dos parejas de kurakas, cuatro de mayordomos y cuatro de alféreces, además de él o los ?alcaldes de aguas?, en el sector agrícola.

Hay otras funciones que pueden ser encarnadas por solteros aunque solo varones: quien se encarga de fabricar los bienes de la iglesia y mantenerla, el cantor que dirige el culto católico en ausencia del sacerdote y el campanero de la torre mallku del templo. Por último, se debe mencionar a las organizaciones urbanas creadas para prestar solidaridad y ayuda a quien baja a la ciudad desde la cordillera, pero también colaboración a las comunidades de origen a través de trabajos de desarrollo.


Culto y Funebria
La religiosidad aymara es un sistema de base sincrética donde se funden una cosmovisión y ritualidad tradicional las llamadas costumbres, y las creencias católicas, la religión. Ambas conforman un todo integrado, denominado la liturgia. Este sincretismo se expresa especialmente en fiestas comunitarias como la de los santos patronos, la Semana Santa y la de Todos los Santos. Es un culto anual, coherente al paso del año, centrado y estructurado en torno a la Tierra. Poseen una visión mitologizada, humanizada y sacra del entorno geográfico, componente importante de su mundo simbólico y de una ideología que da sentido a su entorno, posicionándolos y responsabilizándolos en su interacción cotidiana con él. En un primer sustrato de creencias, el más antiguo, encontramos el culto a los espíritus de las grandes montañas, los Achachilas, Mallkus y/o Talla o Aviadores, que son masculinos o femeninos, y tienen enorme poder e injerencia en la vida humana pues son los administradores del clima; a la Pachamama, la Virgina o Madre Tierra, organismo generador de toda la vida (fauna, flora y seres humanos); y el Amaru o serpiente que representa los cursos de agua. Esta triada es tanto referencia del origen, abundancia y distribución del agua como donadora de vida, y es además patrón de ordenamiento del espacio económico y ecológico en el que el aymara se desenvuelve. De la misma forma, este trío de espíritus jerarquiza la estructura social y político-económica de la sociedad aymara: el centro social, político y religioso de las diferentes etnias, su pueblo-capital, está en las zonas altas de pastoreo, en la mitad superior oriente. Todo lo que compone la Pachamama está vivo, tiene nombre, razón y un destino.
Hay lugares que pueden ser protectores y otros, perjudiciales, todos merecen respeto y algunos adoración y sacrificios. Existen lugares fuertes como las cumbres o Piru partes y las fuentes de aguas. Los sitios arqueológicos son sectores de respeto ya que ahí se hallan los antepasados, llamados gentiles o abuelos. Por otro lado, la tripartición mitológica de la que hemos hablado es también eco-ideológica, se debe aspirar y permanecer en un Tinku, un equilibrio en permanente acomodo para seguir siendo tal. La cosmología aymara fue sufriendo cambios, primero a causa de la dominación inka y luego española. De esta forma, la triada autóctona Mallku-Pachamama-Amaru mutó a una cristianizada Arajpacha-Akapacha-Manqhapacha (cielo-Tierra-infierno) que expresa la subordinación aymara con respecto a la sociedad colonial y neo-colonial. Por otra parte, su visión del tiempo es cíclica, definida por las estaciones climáticas que a su vez determinan el ciclo laboral-festivo. Todo esta inserto en un macrociclo de tiempo y espacio conocido como Pacha, en constante renovación por medio de revoluciones llamadas Kuti. Es una concepción rítmica y orgánica del tiempo que adapta hechos históricos y mitológicos introduciendo una visión lineal e histórica de él: el origen de la era del sol, la conquista y colonialismo y la conciencia de un futuro Kuti.

Además de la práctica católica, la religión, se continúa celebrando el culto tradicional andino, las costumbres. Estas son: las de producción, las de pasaje (primer corte de pelo o ruytucho, matrimonio y fallecimiento) y las ligadas a la salud de hombres, plantas y animales.

Cada jefe de familia, dueño de chacra o ganado debe dirigir el culto periódico familiar, sea el pago a la Tierra, el floreo del ganado, la construcción, inauguración o sanación de una casa o corral, etc. Respecto a sus patrones funerarios, existen distintos tipos de sepulturas: en cistas de piedra; directamente en la tierra, dentro y fuera de las casas; en fosas cilíndricas; o en pequeños aleros rocosos.


Patrón de Asentamiento
El pueblo aymara está constituido por diferentes etnias, cada una con una marka, con su respectivo pueblo-capital a nivel social, político y religioso. La marka está compuesta por el ayllu, la comunidad humana; la sallqa, la periferia silvestre donde habita la flora y la fauna; y las huacas, compuestas por la pachamama, los espíritus de los cerros y los lugares fuertes, los astros y otros fenómenos humanizados. Todo esto se traslapa y converge alrededor de la casa, en la chacra familiar, en los bofedales y campos de pastoreo y más allá, en la sallqa. Los tres integran el Akapacha, situado en medio de una mitad superior, el Arajpacha, y una mitad inferior, el Manqhapacha. El primero está asociado a lo bueno, el segundo a su antónimo. Opuestos que se equilibran en un punto de interacción e intercambio ecuánime, fértil y tenso, el Tinku. Actualmente se identifica la mantención de la marka a nivel festivo, donde la fiesta realizada en el pueblo-capital, es una reunión transversal de una estructura social situada en pisos ecológicos diferentes que hoy dejaron de funcionar como unidad estructural. El conjunto habitacional marka se divide en dos mitades y cuatro sectores, dos sayas y cuatro ayllus mayores.

El territorio es percibido como una unidad con una doble bipartición simbólica y económica, la primera la de arriba/abajo (Arajsaya/Manqhasaya), la segunda, la diferenciación entre las zonas de pastores de la alta cordillera y la de agricultores precordilleranos. Las partes se complementan, ambas conforman el todo.

Existen diferentes tipos de vivienda. La utilizada en las festividades de la marka, en verano, ubicada en el sector del pueblo que corresponde al ayllu de procedencia. La casa habitacional ubicada en las chacras y campos donde se vive durante el año, la uta. Esta es de base rectangular, con techo de dos aguas y vigas de madera de keñua; está compuesta por módulos independientes para la cocina, los dormitorios y la despensa. La puerta está orientada hacia el oriente y no posee ventanas para protegerse del frío. Es de adobe con fundamentos de piedras. La casa también es considerada con vida y es adornada con dos aretes o flores de lana. Por último, en los campos, la paskana, vivienda de una sola pieza, de ocupación esporádica y materiales ligeros. Importantes asentamientos en épocas prehispanas fueron los pukaras o aldeas fortificadas. Estas se ubicaban en sectores altos, más que por estrategia defensiva, para dejar libres las terrazas para los cultivos, y desde la altura, poder tener un control de estas áreas productivas.


Historia
La historia del pueblo aymara se forma en torno al lago Titicaca, en la actual Bolivia, siguiendo una tradición que cobró fuerza con el auge de la cultura Tiwanaku (500 - 1000 d.C.).

Posterior a la caída de este Estado prehispánico, los pueblos collas como se les conocía en ese entonces siguieron desarrollándose de forma independiente organizados en Señoríos regionales, algunos de gran complejidad, los cuales a partir del año 1400 d.C. son incorporados al imperio Inka. Sin embargo, no será hasta la conquista española cuando la estructura social y económica de estos señoríos sufre un gran impacto, especialmente en el período de erradicación de idolatrías en 1534 y entre los años 1600 y 1650.

El cristianismo, no obstante, no logró hacer desaparecer la cosmovisión tradicional, ya que ésta se asimiló, amplió y se acomodó a los contextos nuevos impuestos, abarcando los niveles cósmico, religioso y político.

Entre 1700 y 1850, los aymara que habitan el actual territorio chileno permanecieron en relativo aislamiento, para más tarde, con la anexión de Tarapacá a Chile después de la Guerra del Pacífico, ser chilenizados económica y culturalmente, soportando un fuerte proceso de occidentalización. A partir de 1950, las ciudades y puertos, a nivel económico y cultural, son fundamentales para la sociedad aymara como núcleo de modernidad y transculturación, pero también de re-etnificación. El número actual de aymara es de 48.501 individuos, representando el 7,01% de la población indígena de Chile.



Lengua
La lengua aymara corresponde a la familia lingüística jaqi. Tipológicamente es polisintética y aglutinante, de tendencia sufijadora. Compleja y regular a la vez. Es decir, palabras complejas son equivalentes a oraciones del español, por ejemplo: Aruskipasipxañanakasakipunirakispawa = Ojalá haya siempre diálogo entre nosotros.

Actualmente es hablada por cerca de un millón y medio de individuos en Perú, Bolivia y Chile. En el altiplano, la población por sobre los 40 años es bilingüe, por debajo de esa edad, los mayoría de los aymara hablan solo español.

Atacameños



Ambiente y Localización
Las comunidades atacameñas no son culturalmente homogéneos, se diferencian, hay pluralidad cultural entre ellas.
Las comunidades atacameñas habitan los oasis, valles y quebradas de las cuencas del salar de Atacama y del río Loa, ubicadas en la Región de Antofagasta en Chile. Pequeñas poblaciones se encuentran también en el noroeste de Argentina, en la puna de Salta y Jujuy, y en el altiplano suroeste de Bolivia. El clima de la región atacameña es desértico, de extrema aridez y gran oscilación térmica entre el día y la noche. Los recursos de agua están presentes en vegas y bofedales y en los cauces de algunos ríos como El Loa, El Salado y el Vilama. La flora está compuesta por vegetación altoandina, arbustos del tolar, pajonal y yareta y en los oasis y quebradas, árboles como algarrobos, tamarugo, chañar, pimientos, etc. La fauna silvestre, por otro lado, es variada encontrándose en los distintos pisos ecológicos zorros, viscachas, quirquinchos, cóndores, flamencos, gansos, caiquenes, guanacos y vicuñas.

Economía
Los atacameños tienen una economía tradicional de base agroganadera la que practican en un territorio integrado por diferentes pisos ecológicos, los cuales identifican, clasifican y explotan de diferente forma según los recursos que ofrece, sean éstos económicos, alimenticios, medicinales, rituales y tecnológicos. La agricultura se desarrolla en los oasis y, en especial, en las terrazas de las quebradas utilizando sistemas de andenerías y técnicas de irrigación con manejo hidráulico. La actividad ganadera es de tipo tradicional, históricamente de llamas y alpacas y en la actualidad en aumento la de ovinos, caprinos y mulares, de los cuales obtienen lana, carne, pieles y en ocasiones son aprovechados como animales de carga (llamas y especialmente mulares).
La recolección de leña y plantas, sobretodo medicinales, así como de los frutos del algarrobo y el chañar para preparar harinas y bebidas, son actividades económicas igualmente importantes. Las unidad productiva básica es la familia y ocupan un territorio amplio y disperso, que les exige desplazarse hasta decenas de kilómetros para acceder a las diferentes localidades donde se encuentran sus recursos económicos. Así las tierras agrícolas de una familia pueden estar divididas en varios predios, tanto dentro como fuera de su lugar de habitación permanente. Este sistema, que opera bajo un régimen tradicional de organización social de parentesco y alianzas, tiene por objeto el acceso, la complementación y el control de los recursos existentes en los diferentes pisos ecológicos de este territorio. Del mismo modo, se practica una horticultura dirigida al autoconsumo con múltiples cultivos, sembrando en un mismo terreno diferentes productos como papas, quínoa, tunas, maíz, calabazas, zapallos, ají, entre otros, utilizando de manera óptima el agua y los nutrientes de la tierra. Hoy, sin embargo, el monocultivo centrado en hortalizas de buena comercialización en los mercados regionales, aumenta generando presión sobre el recurso agua y las tierras agrícolas ‘comunitarias’, a la vez que desestructura el control, la gestión y la posesión de los recursos, como las bases de poder y autoridad de la comunidad. El pastoreo, por otra parte, se organiza bajo un sistema de control de terrritorios con pastos y vegas de propiedad comunal, aunque también existe un reconocimiento de sectores pertenecientes a una familia determinada.
Actualmente, la introducción de ganado lanar y la paulatina disminución de los rebaños de camélidos domésticos, acrecentado por el desecamiento de las vegas altoandinas, han provocado el progresivo abandono de las estancias pastoriles más alejadas y de los pisos ecológicos puneños. El intercambio o trueque que se practica en menor medida, actúa como mecanismo de acceso a productos distantes, especialmente de Bolivia y el noroeste argentino, revitalizando el sistema de relaciones sociales y entre diferentes comunidades. Finalmente, a las actividades económicas tradicionales atacameñas se suma la integración al mercado por medio de la inserción de indígenas al trabajo asalariado en núcleos urbanos y a la venta de sus productos en los mismos mercados.



Arte
Destacan en el arte atacameño la cerámica, la cestería, los textiles, la orfebrería, el baile y música. La antigua cerámica de esta región, la de la cultura San Pedro, era de un solo color, roja y negra, muy bien pulida. Se fabricaban pukos o escudillas, vasijas, jarras globulares, cántaros y tazas, algunas de ellas decoradas con rostros humanos representados de manera abstracta o con grabados geométricos de triángulos y escalonados. En el presente, se continúan realizando vasijas monocromas, jarros y pukos, algunas con modelados de animales. En cestería se confeccionan finos objetos utilitarios como grandes canastos y platos, aunque no con la misma variedad ni estilo de los exponentes prehispánicos de esta artesanía. Por otra parte, mantienen una rica y diversa tradición textil, con telares de suelo y de cintura se tejen bolsas, fajas, paños, frazadas, aperos para las cabalgaduras y algunas prendas de ropa. El baile y la música, por último, son manifestaciones artísticas y rituales centrales que se manifestan especialmente en las fiestas de los santos patronos de cada comunidad.


Organización Social
La comunidad es la base de la organización atacameña, quien articula las relaciones sociales, económicas y religiosas del territorio colectivo donde participan las unidades familiares. Un individuo se hace parte de la comunidad en la medida que posee tierras cultivables y participa de los trabajos colectivos de mantención de, por ejemplo, los canales de regadío. Por el contrario, el pastoreo, no otorga este estatus porque es una actividad que no genera obligaciones con los otros., no otorgaría ese estatus. La comunidad es la que organiza y controla los recursos naturales de producción, la inclusión de nuevos miembros, la identidad y pertenencia de ellos, así como representa y defiende sus intereses tanto ante el Estado como ante otras comunidades.
La estructura social de la comunidad puede componerse por más de un poblado o adaptarse a fases de crecimiento coyunturales de un núcleo habitacional. La expresión de gobierno principal es la Asamblea Comunal, compuesta por hombres y mujeres propietarios de terreno y jefes de unidades domésticas y presidida anualmente por un Alcalde o Presidente de Junta de Vecinos y su directiva. También existen sistemas de cargos donde participan, según experiencia y responsabilidad, todos los comuneros, como ‘juez de aguas’, ‘capitán’, ‘puricame’, ‘alférez’ u otro. Son cargos de obligación y respeto social, aunque de un fuerte desembolso de dinero, donde es fundamental la solidaridad de la familia extendida. Los parientes se clasifican según la proximidad y la ubicación, los parientes de sangre y políticos cercanos reciben la terminología occidental (padre, suegro, yerna, etc.), los más lejanos son la ‘parentela’. Asimismo es importante que, a la par del matrimonio como alianza, se contraiga otro tipo de vínculo, el del compadrazgo. En la actualidad, este sistema de organización vive tensos procesos de cambio ante la presencia del Estado, la economía de mercado, la emigración a la ciudad y la imposición de patrones culturales extraños, todos factores que debilitan y hacer perder autonomía a las comunidades atacameñas, pero que también permiten una constante reelaboración y reordenamiento de las mismas.



Culto y Funebria
Dentro de la cosmovisión atacameña, algunos grandes cerros son sagrados a nivel local y/o regional, son considerados “aviadores” (del verbo aviar, proveer), o sea, están asociados al abasto de riqueza sea ganadera, mineral o a la de fuentes de agua, asimismo están ligados a la agricultura, a la fertilidad y a fenómenos atmosféricos y, por último, a la salud, la protección y la prosperidad. Por ende, están relacionados con ceremonias como la “limpia de canales” o rogativas dirigidas a la abundancia de agua y a la realización de ‘pagos’ u ofrendas en lugares considerados sagrados.
Existe una dimensión ritual comunitaria y otra de carácter familiar. Para la primera, la actividad religiosa más importante es la fiesta del santo patrono de cada comunidad, muestra privilegiada del sincretismo andino-cristiano. La persona a cargo de la fiesta es el alférez, cargo voluntario de gran responsabilidad y costo. Actualmente, la realización de estas celebraciones se dificulta por la escasa población que permanece en las aldeas, los elevados montos económicos que implican y la tensión que existe por el avance de las iglesias protestantes en la región que no participan ni comparten estas creencias tradicionales. Existen además ceremonias colectivas vinculadas a actividades productivas, como es por ejemplo la “limpia de canales” y siembra o “el enfloramiento” y apareamiento del ganado. A nivel familiar, las ceremonias están ligadas al ciclo vital: bautismo, matrimonio, techamiento de la nueva casa y muerte, y otras relacionadas a la salud y el culto a los muertos. El especialista del ritual y de la medicina es el yatiri. La defunción es acompañada por un ritual que se divide en cuatro fases, a lo largo de todo un año. Primero, al fallecido se le canta y reza por un día y una noche, es el cóflar; luego, el difunto es vestido y la faja que uso en vida es cambiada por una de carácter mortuorio; el mismo día se lavan las ropas que le pertenecieron y el yatiri ‘limpia’ a sus familiares; después de un año de transcurrida la muerte, se realiza una ceremonia llamada “el cabo de año”, donde el yatiri da la partida definitiva al difunto.



Patrón de Asentamiento
El entorno atacameño está ordenado económica y socialmente. El medioambiente se divide en tres: la “chacra”, compuesta por las terrazas agrícolas y el lugar habitacional estable; el “campo”, donde pastorea el rebaño y se ubica la estancia como unidad habitacional de uso transitorio y, por último, el “cerro”, el espacio silvestre donde se recolecta leña y vegetales, se caza o pastan los camélidos. El patrón de asentamiento es disperso, o sea, en torno al núcleo aldeano se articulan las unidades agrícolas y más distantes las ganaderas dependientes de él.
Las viviendas son recintos rectangulares hechos de piedra, barro y vigas de madera de algarrobo o de cactáceas, techadas con paja. Sobre el techo disponen compartimentos circulares pequeños de adobe que utilizan a modo de granero para guardar maíz, papas, porotos quínoa, algarrobo o chañar. Al construirse una nueva casa se realiza, en primavera, su techamiento con cortadera y paja brava. Una vez terminada la tarea, sobre el techo se pone una cruz con extremos de lana de color rojo y blanco para combatir ‘al maligno’. Incluido dentro del patrón de asentamiento atacameño se encuentran también las construcciones de sus complejos conjuntos de terrazas o andenerías y canales de regadío que caracterizan su sistema agrícola.



Historia
Los atacameños, atacamas o licanantay, que en su lengua querría decir ‘los habitantes del territorio’, son descendientes de la cultura arqueológica San Pedro, cuyos antecedentes se pueden seguir al menos hasta 1500 años atrás. A principios del siglo XV, el gobernante Inka Túpac Yupanqui conquista los territorios de los atacameños, reorganizándolos social y políticamente, imponiendo, a la vez, una nueva religión –el culto al sol– , cambiando algunos ritos como, por ejemplo, el consumo ceremonial de sustancias alucinógenas por el de hojas de coca. A esta época corresponden los tramos de la red vial Inka que conectaban salar de Atacama con el altiplano y el actual noroeste argentino.
La llegada de los conquistadores hispanos al oasis atacameño hacia 1536, es resistida durante las primeras décadas por la población indígena y solo en 1556 lo zona es definitivamente pacificada a través del tratado de paz de Suipacha.
A fines del siglo XVI, se inicia el período colonial en la zona con sus consecuentes entregas de mercedes de tierra, encomiendas y evangelización, llegando a alcanzar el poblado de San Pedro relevancia geopolítica macroregional. Durante el siglo XVII, los atacameños sufren fuertes cambios culturales y tecnológicos, como la introducción del ganado mular, también comienza un progresivo despoblamiento de la zona. En el siglo XVIII, ante la crisis y transformaciones que vive el mundo indígena andino, germinan los alzamientos mesiánicos de Túpac Amaru y Tomás Catari, extendiéndose a Atacama bajo el liderazgo de Tomás Paniri, nativo de la zona. Luego de independizarse de España en 1824, terminando el período colonial, Atacama pasó a formar parte de la República de Bolivia , desarrollándose grandemente gracias a un activo mercantilismo en el que se vió involucrada.
Al término de la Guerra del Pacífico en 1883, la región fue anexada a Chile. Bajo la administración chilena la economía de la región se volcó primero a la explotación del salitre y posteriormente a la del cobre, iniciándose la migración, la proletarización de la población indígena y la usurpación de los recursos de agua del territorio para necesidades industriales. Actualmente, 21.015 personas se identifican como atacameños o licanantai, representando el 3,04% de la población indígena chilena.



Lengua
La lengua vernácula del pueblo atacameño fue el kunza, hoy extinto al menos desde principios del siglo XX. Perduran algunos rasgos de él principalmente en sus ceremonias y cantos rituales, pero sobre todo en la toponimia de su territorio. Como lengua pertenece a la familia macro-chibcha, de la sub-familia paezano. Es decir, no es de origen andino-ecuatorial, como lo es el quechua y el aymara. Los atacameños protohistóricos fueron poliglotas, dominaron además el aymara, quechua y luego el castellano.


Queridos Estudiantes:

He creado este blog, con la finalidad de entregar información acerca de los distintos pueblos que dan origen a nuestra cultura.
Aquí encontrarás: información precisa, fotografías y documentos, que serán de gran ayuda a tus tareas escolares.
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